Y el albino contó:
- Nací al Este de las Montañas Nubladas, tal como veis, blanco inmaculado, por lo que no fui bien visto en mi tribu de hombres del Este. Mi infancia puede decirse que ha sido tan larga como el canto de un gallo, tuve que aprender a defenderme sólo, y cuando por fín pude ganar mi primera lucha, fui expulsado de mi pueblo. No debí matarlo, pero fue superior a mí, era tanto el odio contenido, que tuvo que estallar... - el hombre tomó aire, y continuó... - Vagué por muchas tierras, durante esos años de juventud, ví cerrar delante de mí muchas puertas, hombres, mujeres y niños me miraban con temor, y se alejaban de mí, como de la peste. Tuve que arreglarmelas para sobrevivir sólo, robando o aprendiendo a cazar y conocer los frutos de Yavanna. Así cierto día, conocí en el bosque a una muchacha, parecía haber sido atacada por bestias salvajes. Estaba desnuda y sangraba. La cogí y la llevé a mi refugio del bosque, y la cuidé, hasta que se repuso. Ella no recordaba nada. Era la primera vez que estaba tan cerca de una mujer, y mi naturaleza pudo conmigo, y la tomé, aquella noche infernal, en lo alto de mi refugio, hubo algo más que pasión, hubo un terrible acto carnal, que dio como resultado la bestia que acabais de matar, pues sí, amigos, aquella mujer había sido maldecida con el don de los lobos, y su espíritu corrompido por la maldad de algún sagrado. Cuando supe lo que ella era, la temí, pero ella no me haría daño alguno, y convivimos un tiempo, hasta que tuvo a mi hijo, mi único hijo, aquí muerto, del cuál yo tenía una esperanza en él, pero que fue destruída cuando vino la primera luna, y el espíritu heredado de su madre hizo presa de él, y se transformó en una aberración de recién nacido, un ser por el que yo no podría sentir el mínimo cariño. Y cometí el peor acto que pude cometer en años, en un arrebato de furia maté a mi demoniaca amante, e incapaz de matar a un recién nacido lo abandoné a su suerte en el bosque, partí para no volver a verlo jamás, pero parece que el destino lo salvó, y he aquí que me ha estado siguiendo durante años, buscando venganza, o quizá afecto, del padre perdido. y ha encontrado la muerte a manos de este Enano...
- Pero, ¿cómo sabeis que era vuestro hijo, si lo abandonasteis nada más nacer?
- Lo sé, sólo habeis de mirar sus rojizos ojos abiertos, y contemplareis en él el horror de los míos.
- Yo... lo siento, pero iba a atacaros... - contestó el Enano.
- Si, supongo...- replicó el albino, bajando la mirada al suelo. - En fin, os estoy agradecido, y si me seguís, os llevaré a mi refugio en el bosque, creo que aún quedan orcos por los alrededores, allí podré contaros algo más sobre los últimos sucesos...
Seguidme...
_________________ «Ilya i harya essë ná» (Todo lo que tiene nombre existe)
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: he visto atacar a balrogs en llamas más allá de Eregion; he visto rayos de Ithildin brillar en la oscuridad cerca de las puertas de Moria... Todos esos momentos se perderán como lágrimas en el Anduin. Es hora de morir.»
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