La puerta de la posada estaba cerrada. Desde fuera, parecía un lugar acogedor. Cálido como muchos otros que hubiera visitado antes. Se preguntó si allí encontraría algo diferente. Si encontraría algo que la instara a quedarse, y permancer. Una luz dorada fluía a través de las ventanas, y al entrar, voces estridentes y risas inundaron sus oídos. Tanto, que al principio las notas, suaves y cálidas, le pasaron desapercibidas. Llegaron como un rumor suave, y sin saber cómo, se internaron en su mente, acariciando sus sentidos.
Parecían llegar de un lugar lejano. Quizás incluso de otro tiempo, de otra edad. Quizás era un eco de una música pasada, atrapada en un ciclo, condenada a repetirse.
Seguramente por eso tardó en dstinguir el instrumento que lanzaba, o había lanzado, al aire aquellas notas. Era un violín. El arco debía deslizarse de forma suave. Apenas si se sentía. Arrancaba con cada nota un sentimiento latente, que se transmitía con un gran poder evocador. Un amor desdichado, quizás un amor prohibido. Un final maldito, y una muerte.
¿Acaso era un reflejo de su propia historia? Por un momentó creyó que aquella música era producto de su imaginación. Tal vez si se esforzara un poco, encontrara un recuerdo emborronado y sordo.
Como un río que se desborda, sus ojos se llenaron de lágrimas. Las arrancó de sus mejillas con sus manos, con un gesto rápido y furioso. Después, la música cesó de pronto. Tan inesperadamente como había llegado.
Y se quedó allí de pie, sumida en el silencio. Y aún más sola que antes si cabe. Finalmente, con gesto decidido, abrió la puerta que daba al Salón Común, y un agradable calor la envolvió.
_________________ Me gusta cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca.
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