Después de haber podido dormir unas pocas horas durante la ausencia de Laurefinwë, y a pesar de ello, aún fatigado por la larga caminata del día anterior, el hobbit empezaba ahora a ordenar sus pensamientos. Las declaraciones que tras salir de su estado de shock había aportado aquel otro Mediano que había traído el elfo parecían dejar ya clara la historia.
Tras el encuentro con aquellos jinetes, al parecer buenos amigos del Noldo, habían cubierto el camino que les quedaba hasta Bree en su compañía. Allí se habían dirigido al Poney Pisador, donde nada más entrar, una mujer-hobbit llorando desconsoladamente había asaltado a Laurefinwë, demandando nuevas de sus hijos. Irdruc se encontraba en ese momento demasiado cansado como para poder enterarse de nada de lo que estaba sucediendo y sintiéndose mareado y exhausto, aún con la congoja que provocaba la situación, había comido algo y luego, apabullado por el jaleo organizado y el asfixiante humo que llenaba la habitación, se había quedado dormido sobre el mismo banco en que se había sentado. Se había despertado tras varias horas de sueño al regreso de Laurefinwë, que había partido en ese tiempo, trayendo consigo a aquel tembloroso y enmudecido hobbit, hijo aparentemente de la apenada señora. Poco a poco su testimonio y el del propio elfo habían dado luz al asunto.
Por lo que Irdruc había logrado entender, los Mataseca eran una humilde familia hobbit de Bree, cuyo padre había fallecido unos años atrás, dejando a su esposa y a sus siete hijos, aún por criar, sumidos en la pobreza. De alguna desconocida forma, el hijo mayor de la familia, dio con unos antiguos mapas que señalaban a un tesoro que, según la leyenda popular, se encontraba en uno de los Túmulos de las Quebradas. (Los mapas, ahora en poder del elfo, habían sido mostrados sobre la mesa en la que se encontraban, revelando efectivamente la laberíntica construcción de un panteón que se extendía hasta tres niveles bajo el suelo). Resulta que el incauto hobbit, acusado por la necesidad, decidió ir en su busca, acompañado de otros dos de sus hermanos (uno de ellos era el hobbit que había traído Laurefinwë). La madre intentó disuadirlos, pero sus hijos, resueltos a no verla pasar hambre ni a ella ni al resto de sus hermanos, escaparon. Al descubrir su partida, ésta solicitó la ayuda del elfo, para que los buscara y trajera de vuelta.
Mientras Laurefinwë partía, los tres intrépidos y desaparecidos hobbits fueron capaces por sí mismos de dar con el panteón que buscaban y proceder a su registro. Pero su regocijo fue corto, ya que su avance a los niveles inferiores pronto se vio cortado por una inexpugnable puerta de hierro, que impedía que pudieran ir más allá. Sí que fueron a dar, anexa a ella, con una sala cuya entrada se encontraba atorada por un derrumbamiento y a la que sólo por un estrecho hueco por el que únicamente un hobbit podría caber se accedía. Uno de ellos entró y tras examinar el lugar, parece que dio con algo que puede que fuera la llave que abría la puerta que les impedía seguir avanzando, cuando ésta se abrió por sí misma y algo comenzó a arrastrarlos a las profundidades. Justo a tiempo llegó el Laurefinwë, para al menos permitir la huída del que con ellos ahora en el Poney se encontraba. En un principio el Noldo se enfrentó al tumulario que los había atacado haciéndolo retroceder, pero luego éste, haciéndose con nuevos refuerzos, lo hizo huir. Así, el elfo dejó el lugar seguido por dos de ellos, algo menos de media milla antes de que abandonaran su persecución. Aún receloso de que esto no fuera así, decidió ascender a la colina donde entonces se encontraba Irdruc para confirmarlo, forma en la que fue a dar con el hobbit.
Así, de vuelta en el Poney, el elfo parecía decidido a regresar de nuevo al lugar a rescatar a aquellos pobres Medianos, tratando de contar ahora con nuevas fuerzas. Pero resultaba que, además, había un punto en el cual necesitaba a un hobbit: la llave a los niveles inferiores había quedado en la habitación cuya entrada se encontraba ocluida, y a la que sólo uno de estos, por el reducido espacio libre, podría acceder.
- ¿Qué decís maese Hobbit? ¿Puedo contar con vuestro valor? – dijo Laurefinwë mirando a Irdruc.
Irdruc lo contempló atónito, y dejándose llevar por la compasión que le infundían las lágrimas por la pérdida de sus hijos de la pobre señora, asintió con la cabeza.
“En menudo lío me he metido” pensó.
Última edición por Irdruc el Lun Feb 11, 2008 2:35 am, editado 3 veces en total
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