-Se acercan nubarrones tío- dijo Moy dando un salto- y se acercan muy rapido.
-Llamad al capitán, daros prisa-contesto el viejo.
Como una saeta salida de un arco, el pequeño Moy corrió a dar la noticia.
En el fuerte se preparaban para lo peor, pero no esperaban que fuera desde el aire. El capitán dio la alarma dando un gran soplo al cuerno rojo que colgaba sobre el atalaya mayor. Un gran tumulto se agolpo hacia las murallas, aguardando a que las sombras tapasen el sol.
Al pasar los minutos, se dieron cuenta que era tan solo un engaño del hechicero. El ataque se estaba dando por el llano, que da a las puertas del fortín.
El pequeño Moy, cerca de su tío, lloraba pensando que la gran marea negra los aplastaría como a hojas secas, y cuando todo parecía perdido apareció Arfangel, con una escuadra de jinetes y los hombres del rey, que venian siguiendo las misteriosas nubes.
-Atrás bestias del infierno, pues aquí encontraran la muerte en mi lanza- con esas palabras, el glorioso Arfangel acometió contra el enemigo. Aunque mas numerosos los orcos, al ver la furia de los guardianes del Bruinen, huyeron a la desbanda, dejando numeroso material bélico.
-No creo que este sea el grueso del ejercito, Capitán- dijo Arfangel con tono algo molesto- así que le pediré, si es que puedo contar con usted, que tenga a los vigías mas alertas.- Dicho eso, partió a patrullar cerca del valle, hacia donde huía el enemigo.
_________________ Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
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