Las flechas se impactaban contra los brazos, piernas y espaldas de sus mismos compañeros, mientras que el astuto atacante permanecía agachado entre la hierba disfrutando de tan cómico espectáculo a una distancia segura.
- ¡Elfo! ¡Ei, Lauren! ¡Ven, prepara las dagas, pero creo que no queda ni uno!- susurraba Anibas en la penumbra
- Ya voy, es que... ¿dónde...? ¿Has visto mis fle...? ¡¿Por qué no pides las cosas?!
-¡Shhhhh! Ten, aquí quedaron algunas.
Anibas desenvainó la espada, y el Elfo, el cual se había enrolado en la misión como mercenario, llevaba sus dos dagas en las manos. El escudo a la espalda ambos llevaban, y bajaban en silencio. Allí abajo los vieron, el Orco "olfateador" y un grupete, no más de diez Orcos asustados, que miraban a todos lados. Anibas se acuclilló.
- Yo a los cinco de allá, tú al resto. El Jefe es mío
- ¡Mío!
- ¡¡Shhhhhh!! Yo pago, yo me llevo al grande. Yo fui elegido por el mismísimo Rey Théoden para eliminar al tal Magdlûk, ahí está, yo lo mato
- ¿Al final para qué me pagas?¿No he hecho más que poner a tu diposición mis flechas desde que me enrolé como mercenario a las afueras de Edoras.
- No te enrolaste, te salvé la vida
_________________ En todo hay una fisura,
por allí siempre entra la Luz.
Leonard Cohen
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