Bueno vamos a por ello:
Narrador en primera persona protagonista de la acción
Estoy aquí, sentado con todos mis trastos en ese vagón casi vacío mientras el traqueteo del tren resuena en mis oídos y su balanceo me indica que estamos en la zona vieja, esa que sufre los embates del continuo paso de los convoyes del metro desde hace décadas y que todo el mundo parece haber olvidado. Es esa hora temprana para unos y tardía para otros, el primer tren de la mañana de un sábado.
Miro el paso de las estaciones, lentas, anónimas, todas ellas iguales bajo tierra. El trayecto es largo. Desde la universidad, donde ha subido un grupo de chavales con tanto alcohol en las venas que podrían servir de quinqué si se les pusiese una mecha y se prendiese esta, hasta Fondo. Allá en Santa Coloma.
He salido hace escasos minutos del trabajo, ¡Maldito trabajo de vigilante nocturno!, que solo da para pagar el alquiler y poca cosa más. Suerte que voy todos los días a comer a casa de mi futura suegra que me cuida como si fuera su hijo.
Los estudiantes se han echado en los asientos, dos o tres para cada uno. Están que no pueden. No creo que tarden en vomitar.
Miro la cara de uno de ellos y mis dedos corren hacia la pequeña cámara digital que llevo siempre conmigo.
La verdad es que desde que me dio la vena friki no puedo evitar la tentación de clasificar a todas las personas que veo. Ese de ahí, por ejemplo, con ese pelo largo y rizado y esa barbita incipiente seria un buen rohir. Y ese otro con esas gordas mejillas coloradotas, ese es un hobbit.
Saco la cámara sin llamar la atención - los chicos están suficientemente borrachos como para no enterarse – me digo.
De pronto el tren para y entra un nuevo grupo de personas que ocupan los asientos libres. Ahora tengo al lado a una mujer de bastante buen ver, aunque con la cara pintada hasta lo indecible y con un cierto olor a tabaco y a bebida en su aliento.
Ho creo que nadie me diga nada si tomo mi foto – susurro, como hablando para mi mismo. Mientras coloco el visor de la cámara de forma que se vea la cara dormida del rohir.
La mujer me mira, pero parece no importarle lo que yo haga o deje de hacer. Allá al fondo un hombre vestido con un mono de trabajo, que ha subido a la par que yo, me observa sin decir nada.
-Tengo que hacer esas fotos - pienso - no voy a tener una oportunidad mejor en años.
Levanto un poco la cámara y aprieto el disparador – ya tengo una – me digo – ahora a por el hobbit.
Mientras observo la rubicunda cara del muchacho, enrojecida por los efectos del acumulo de cerveza y otras bebidas etílicas, me preparo para inmortalizarle. Va a ser fácil sacar su cara – me digo – además, con esta cámara, no necesito flash. Así que puedo hacerlo sin que se dé cuenta.
Justo en el momento en que acabo de darle al disparador, un manotazo certero me arranca la cámara de las manos.
Ante mi veo una mole humana. A pocos centímetros de mi cara se esboza un pantalón de camuflaje con innumerables bolsillos y unas botas de esas de la mili.
Levanto la mirada y unos dos metros mas arriba vislumbro una cara poco amistosa, ancha, congestionada y con un pelo cortado a cepillo.
El tipo me coge de la pechera de la camisa y me levanta limpiamente.
¿Se puede saber a quien estabas echando fotos eh so maricón? – me chilla
Y de pronto me da un bofetón que me vuelve la cara del revés. Siento como las gafas me vuelan de la cara y la cámara cae al suelo y empieza a disparar en un paroxismo de flashes y clics.
También oigo voces a mi alrededor pero no sé que dicen. Alguien grita llamando al revisor, como si el metro fuese uno de esos trenes antiguos. Una voz me pregunta si estoy bien.
No se muy bien que ha pasado. Cuando consigo recuperar las gafas y la cámara, el tipo del puño de hierro ha desaparecido engullido por la puerta que da al andén.
- Pero, ¿que mosca le habrá picado? – pregunto – ¿Alguno de ustedes sabe porque me pegó?
Narrador desde el Punto de vista de un observador
Hemos subido al metro sosteniéndonos unos a otros. ¡Vaya peaso trancazo llevo encima! Creo que no debía haber catado ese ultimo sorbo directo de la botella, ahora esta viajando en mi estomago como si fuera el dragón Khan y no me extrañaría nada que me diese por potear aquí mismo. Me echo en la fila de asientos, pero la posición horizontal me provoca un amago de salida de líquidos hacia mi boca, así que me incorporo. Apoyo la cabeza en el respaldo y miro hacia atrás.
El vagón esta casi vacío a esta hora. En la fila de asientos preferenciales Juan duerme como si estuviese en el séptimo cielo, un hilillo de baba le resbala por la boca y le cae por la barbilla, donde están sus cuatro pelos, esa cosa que él llama perilla y por la que todos acostumbramos a decirle “chivito”.
El Tete dormita panza arriba en la otra fila de asientos, desde donde estoy solo se le ve la panza, hinchada de tanta cerveza. No se la de litros que habrá trajinado hoy, solo se que se ha pirado con una caja y un par de tías hacia el aparcamiento y que ha vuelto unas tres horas mas tarde con un pedo que no veas y solito.
En el otro lado de la fila se sienta un tío raro, tiene cara de yupie pero lleva una ropa que no le cuadra. ¡Joer con las camisetas horteras! ese hace propaganda de no sé que antro, ¡Anda que no le queda fatal! ¡Hostias tu, si es un segurata! Esa chaqueta verde cantona debe ser suya. ¡Joer! ¡Porque coño llevaran todos esas pintas! ¡Jo tío! ¿Viste la cara de sueño que trae?
Mis ojos se emborronan cuando el tren empieza a frenar en la estación. Lipe suelta un ¡Agur! medio dormido y se aleja tambaleante por la puerta del tren.
Un grupito de personas entran en el vagón. A mi lado se sienta una tipa cuarentona a la que se le nota el oficio a la legua. El pestazo a perfume de esos del todo a cien me tumba. Así que cambio de lugar. Ahora estoy sentado frente a frente con el segurata, con las patas del Tete en mis rodillas.
Observo al tío que parece nervioso, creo que tiene ganas de llegar a casa y meterse en el sobre. Tiene suerte el tío, yo cuando llegue a casa voy a tener que aguantar una hora de bronca de mi viejo. Ayer me deje las llaves y voy a tener que llamar. ¡Maldita sea! Mientras no me dé el achuchón y le decore la alfombra al pureta y entonces la caguemos y me dejen sin salir y sin el coche un par de meses.
¿Se puede saber que coño hace? parece un tipo de esos de las pelis. Mirando a un lado y a otro como si estuviese a punto de sacar la pipa y gritar ¡todo el mundo al suelo coño! No, parece que lo que sale de su bolsillo es otra cosa, ¡Ah una cámara! ¿Para que narices la querrá? ¡Jo tío!, le ha hecho una foto al Chivito. Debe ser uno de esos tíos viciosos que se excitan con cosas raras. Porque yo hubiese hecho la foto a la tía esa de las tetas de que se ha sentado al otro lado, que parece que van a salirse de la camiseta del cacho escote que lleva.
Ale y ahora apunta al barrigón del tete. ¡Hostias no! lo que esta fotografiando es su jeta. ¿Pa que la querrá una foto de la jeta del Tete? En cuanto se despeje un poco se lo digo. Va a estar cagandose en su p**** madre en cuanto lo sepa. ¡Ja ¡!ja!
¡Hostias, mira quien se ha levantado!, ese tipo que parece un armario que ha subido en la pasada estación. Tiene pinta de skin, ¡que narices!, tiene pinta de motorista de esos de la tele, con chupa de cuero y botas de militar. Se esta mirando al segurata, no sé que es lo que estará pensando pero lo ha pillado de la camisa. ¡Reostias! Si las patas no le tocan el suelo. ¡Vaya mojicón le ha pegao! Las gafas le han volado y han ido a parar a mi regazo. Las guardo, ese tío va a necesitarlas en cuanto el grandullón acabe de ponerle ciego a golpes.
De golpes nada, uno solo le ha pegado y el tipo ha quedado planchado en su asiento, más pálido de un cadáver de esos de la piscina de anatomía. Un tipo del fondo con un mono azul se ha acercado, parece que quiere encararse con el grandullón, pero este ha aprovechado que el metro ha parado, para pirarselas a toda mecha.
Intento levantarme para mirar de ayudar al tipo, que parece que esta entero, pero más ido que si volviera de un viaje con un par de esas amarillas. Me acerco a él. Hay uno con un mono de mecánico y una mujer que lo ayudan. Le acerco las gafas y veo la cámara a mis pies. El cacharro tiene un télele y va soltando el flash cada diez segundos.
Lo recojo y le doy las gafas y el trasto de las fotos. El tío parece ido, solo repite una y otra vez
- ¿Se puede saber porqué me ha pegado? ¿Alguno lo sabe?
Narrador omnisciente
Son las seis de la mañana de un sábado, el metro inicia su trayecto. El primero del día. El vagón esta solitario, nadie lo ocupa hasta diagonal, donde un pequeño grupo de gente se acomoda en los vacíos asientos. Un mecánico de automóviles, con su mono puesto, se coloca al fondo. En su espalda se puede leer Talleres Ramón y si pudiésemos ver como en un comic sus pensamientos, se podría leer, en un paréntesis encima de su cabeza, algunas palabras poco amistosas hacia el “cabronazo! del Ramón, que no va a dignarse a aparecer hasta las once, pero que “como los sábados hay que abrir “,le ha mandado que abriera puertas puntual a las siete.
En los bancos plegables se sienta un hombre joven, unos veintitantos. Viste medio uniforme, unos pantalones negros, de esos con la línea planchada, una camiseta de propaganda de algún local de moda y unos zapatos deportivos. A su lado, en el asiento contiguo, una bolsa de deporte medio cerrada de la que asoma una chaqueta verde pistacho con un emblema de una empresa de seguridad.
El hombre se sienta muy tieso en su asiento, va medio dormido y deseando llegar a su casa y meterse volando en la cama. Ha estado trabajando toda la noche y para colmo hoy le ha tocado guardia de paseo. Toda la noche dando vueltas por esos pasillos interminables medio a oscuras.
El metro se para en la estación de la universidad. Entran cinco jóvenes apoyándose los unos en los otros. Hay uno que parece medio ido, los otros lo colocan tendido en una de las filas, boca arriba, al momento se puede oír un ronquido que resuena entre los ruidos de las ruedas y los frenazos del vagón.
Los otros se van colocando en las filas vacías. Uno de ellos se echa en los asientos plegables del otro lado, frente a frente con el vigilante de seguridad.
El hombre lo observa y piensa que los chicos vienen de juerga. Mientras él, se ha pasado la noche currando, desea por un momento haber sido uno de ellos. Mientras en su fuero interior despotrica de la porquería de trabajo que hace y de lo poco que cobra.
De pronto su atención se centra en las caras de los dos chicos que duermen la mona. El hombre se autodenomina friki, la verdad es que lleva un tiempo obsesionado con un fancine que ha empezado, a el le encanta dibujar. Se trata de un fanfic de su novela favorita. El señor de los Anillos. Desde hace unas semanas se dedica a clasificar las caras de la gente. Mira a alguien y lo coloca entre las diferentes razas. Este es un rohir se dice, o éste serviría para enano. Por eso lleva siempre encima un bloc i un lápiz. Pero hace unos días ha descubierto que si hace una foto de las caras más interesantes luego puede utilizarlas para dibujar con más tranquilidad.
Por eso se ha comprado una pequeña cámara digital y va fotografiando a todo quisque, sin que los interesados se den cuenta, claro.
Y eso es lo que ha hecho, ha estado observando al muchacho que duerme delante de él y le ha parecido que tenía una cara interesante. Una cara de rohir, se ha dicho. Y sin dudarlo ha sacado la cámara.
Un momento antes el tren ha llegado a una estación y han entrado un nuevo grupo de personas, cuanto más se acercan al centro de la ciudad más concurridas están las estaciones. Una mujer cuarentona, con aspecto de dedicarse al oficio más viejo del mundo, se sienta al lado del joven y lo marea con el pestazo de perfume barato que echa. Por lo que el chico cambia de asiento y se coloca frente al segurata.
No se siente muy seguro mientras echa una foto al joven. Uno de sus amigos se ha sentado frente a él y le observa. El muchacho, entre los vapores del alcohol, piensa que el tipo es raro. Se acaba de dar cuenta del medio que tiene para ganarse la vida y pestañea sorprendido cuando saca la cámara y le echa una foto al joven de la perilla.
El muchacho piensa que mejor podría haberle hecho una foto a la mujer que se ha sentado al lado del de la cámara. Un poco vieja para su gusto, pero aun de buen ver, con esa camiseta apretada con un gran escote del que parecen querer salírsele dos pechos redondos y abundantes, mas o menos de una talla cien.
El hombre vuelve a observar la cámara, ahora le toca el turno al dormido borrachín que ronca con la barriga al aire y una cara rechoncha y coloradota por el efecto del alcohol.
El joven lo observa mientras piensa que a su amigo no le hará nada de gracia enterarse de que le han hecho una foto mientras dormía la mona.
Dos filas más para atrás un hombre les observa. Mas de metro noventa de estatura y unos cien quilos de peso. Viste un pantalón de esos de cazador, con manchas de camuflaje y muchos bolsillos, unas botas militares y una chaqueta de cuero bastante desgastada. Lleva el pelo cortado a cepillo y unas gafas de sol cuelgan de su bolsillo.
El hombre hace rato que observa a todos. Gruñe por lo bajo, esta enfadado. Los muchachos borrachos que están tumbados le producen una sensación de envidia a la vez que de asco. Es uno de esos que piensa que cuando él se emborracha no da la nota como ellos. ¡Panda de niñatas!- piensa, mientras retuerce un periódico del día anterior que ha encontrado abandonado en el asiento. Y ese otro- exclama para si – ¿te fijaste en sus pintas?, medio amariconado debe ser para llevar esa camiseta hortera.
De pronto se da cuenta de la maniobra del hombre. Ve como prepara la cámara y observa que es lo que esta fotografiando. Se levanta mosqueado, para él un tipo que hace fotos a un hombre es un gay. En su dura cabeza no entiende que pueda haber otro motivo para que un hombre este haciendo fotos a otro.
Se levanta enfadado y se acerca al hombre de la cámara. Lo levanta del asiento cogiendole de la pechera. Le interroga sobre las fotos, mientras lo llama maricón en su cara. El hombre no reacciona. La verdad es que no tiene tiempo, puesto que el otro le arrea un guantazo y lo tumba otra vez en el asiento.
De pronto se da cuenta de que acaba de meterse en un lío y sale por pies del vagón, aprovechando que el metro ha llegado a una estación. Mientras, la mujer chilla pidiendo a gritos al revisor y el mecánico se acerca con un par de palabrotas en su boca.
Mientras el hombre que acaba de recibir un bofetón descomunal intenta recuperarse del impacto. El otro hombre, el del mono de mecánico y la mujer de su lado lo atienden. El chico ha recibido las gafas del vigilante de seguridad en sus rodillas y se levanta para devolvérselas, la cámara se ha puesto en marcha con la caída y va soltando golpes de flash. El joven la recoge del suelo y le tiende las gafas y la cámara al pobre hombre golpeado.
El hombre aun no esta todo allí, parece perdido y desconcertado. En su cara aparecen cuatro marcas rojas, que se vuelven amoratadas por momentos. No sabe que es lo que ha ocurrido. El golpe le ha dejado aturdido. No atina a decir nada coherente hasta un par de minutos más tarde.
Los demás le observan, preocupados.
- ¿Se encuentra bien? Pregunta la mujer
Pero el hombre solo atina a preguntar con una cara desconcertada:
- ¿Porque me pegó?
Cámara de cine
Son casi las seis de la mañana y el primer metro del día se dispone a dejar la estación, el vagón esta vacío, con las puertas abiertas. Un hombre joven entra, lleva una bolsa de deporte donde asoma una chaqueta verde con una chapa que informa que es de una empresa de vigilantes. Se ha puesto una camiseta de esas de propaganda, donde se puede leer en el pecho y con letras grandes “Disco Pub La Playa”. Se sienta en los asientos preferentes, los que van plegados y miran hacia el andén. Justo detrás de él y en el último momento, entra otro hombre. Este viste un mono de mecánico. Avanza por el pasillo y pasa frente al hombre de la bolsa de deporte. En su espalda se puede leer “Talleres Ramón”. Llega al fondo del vagón y se sienta.
El hombre de la bolsa es un hombre joven, como de unos veintitantos, con el pelo negro y rizado y unas gafas metálicas de montura dorada. Lleva un pantalón de color negro, con la línea muy marcada y unos zapatos deportivos. Tiene cara de sueño y también de fastidio. Mientras el tren avanza traqueteando se le cierran los ojos y empieza una cabezadita.
El tren para en la estación de la universidad. Entran cinco jóvenes de unos veinte años más o menos. Uno de ellos se tambalea y otro va tan borracho que sus compañeros tienen que sostenerlo. Los chicos colocan a su amigo tumbado en una de las filas de asientos, boca arriba. Otro de ellos se tumba en la fila de asientos frente al hombre. Los demás se sitúan, como pueden, en otras filas todos ellos medio tumbados.
El vigilante de seguridad mira interesado al chico que duerme frente a él. Y al otro chico que muestra su incipiente barriga echado en la fila contigua.
Empieza a rebuscar en su bolsillo mientras mira a derecha e izquierda. Parece indeciso, se diría que va a hacer algo no totalmente correcto. De pronto saca una pequeña cámara, de esas digitales y se pone a hacer fotos del chaval que duerme.
Este es un chico de unos veinte años, rubio, con el pelo rizado y una incipiente perilla.
Uno de los chicos se levanta y se dirige a la puerta apoyándose en los asientos para no caerse. Está bastante borracho pero atina a decir ¡Agur! antes de salir por la puerta.
En la estación entran varias personas y van colocándose en los lugares vacíos del vagón.
Una mujer de unos cuarenta años, vestida de forma provocativa se sienta al lado de uno de los chicos. Este ha estado observando al hombre de la cámara y por el color de su cara se diría que esta mareado. Se levanta del asiento arrugando la nariz, y se sienta a los pies de su amigo dormido, casi frente al vigilante de seguridad.
Al lado de él se ha sentado una mujer, lleva un jersey apretado con un amplio escote. El hombre de la cámara la mira de reojo como si temiese que ella le dijese algo de sus fotos.
La mujer mira impasible al exterior, ajena a cualquier cosa que pueda estar sucediendo.
Unos asientos más para allá, se sienta un hombre muy alto y corpulento. Lleva un pantalón de camuflaje con un montón de bolsillos y una chaqueta de cuero. Va calzado con botas de militar y lleva el pelo cortado a cepillo.
El hombre de la cámara ha terminado de hacer la foto al joven rubio y ahora la emprende con la cara del gordito que duerme la mona. El joven le observa, con cara de no estar muy allí. Se nota que también ha bebido un montón.
El hombre del pantalón de camuflaje se levanta de su asiento, unos momentos antes, su cara se ha ido poniendo colorada. Se acerca al hombre de la cámara y la emprende con él.
Le arranca la cámara de las manos de un manotazo y coge al hombre de la pechera, mientras le increpa por el hecho de hacer fotos a un hombre dormido.
-¿Se puede saber a quien estabas echando fotos eh, so maricón? – grita, mientras le arrea un guantazo en la cara al vigilante nocturno.
Las gafas salen disparadas de su cara y vuelan por el vagón, aterrizando en las rodillas del joven. La cámara cae al suelo e inicia una serie de clics y empieza a dispararse el flash en un paroxismo de luces.
El joven golpeado cae en su asiento, pálido, mientras en su mejilla empiezan a dibujarse cuatro líneas rojas que se amoratan a ojos vista.
La mujer de al lado chilla histérica llamando al revisor. El mecánico se acerca a grandes pasos mientras el chico intenta levantarse y cae en su asiento otra vez, con el frenazo del tren al llegar a la estación.
Las puertas se abren y el grandullón, aprovecha y se escapa por allí. Su cara es de confusión a la vez de que determinación.
El mecánico y la señora atienden al hombre golpeado. Le preguntan si esta bien.
El joven se acerca, lleva las gafas en sus manos. Recoge la cámara del suelo y la apaga, luego tiende las dos cosas al hombre que parece conmocionado en su asiento.
El hombre se pone las gafas, como por inercia. Pero no ve a ninguno de los que le rodean. Solo repite como alelado – ¿porque me ha pegado?...
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Bueno chicos, perdón por alguna palabreja y alguna expresion de argot, es que tenia que usar un lenguaje que fuera plausible con un chaval de esa edad y medio bebido
lo que tiene que hacer el escritor para fabricar bien sus personajes
CORRECCiÓN:
1) Muy bien, ha captado con sencillez la propuesta, tan bien que...
2) ...repite aquí el mismo narrador, pues queda bastante confuso en quién es el portagonista. Imagine que el Doctor Watson hablase más de sí mismo que de Sherlock.
3) Muy bien, el estilo más sencillo y más usado, y bastante exagerado aquí.
4) Bien, aunque algo frío: parece un guión de cine.