Bregolbet se encaminó, a través de la noche, por los intrincados senderos que conducían al nacimiento del Brithon, pues había decidido ir a Brithombar, y nada le parecía más seguro como seguir el curso del río, que desembocaba en la ciudad portuaria. Se acercaba a las escarpadas laderas donde el río nacía. Siempre quiso conocer ese lugar, se decía que el agua manaba de una roca de cristal tralúcido, y quien tuviese un fragmento de dicha piedra, no tendría dificultad para encontrar agua, incluso en las lejanas tierras del sur.
Amanecía al llegar al lugar, no sin dificultad, pues un elfo como él, estaba más acostumbrado a faenar en la mar, que subiendo peñascos, y si conocía al dedillo los aparejos de los barcos, le costó esfuerzo escalar el último promontorio del risco. Allí, al levantar la vista, descubrió un fluído chorro de agua cristalina que salía, efectivamente, a través de una roca de color blanco, piedra que la luz atravesaba con la misma facilidad con la que atravesaba el agua.
Tomó un sorbo de agua, y llenó su odre. Le pareció que el agua llegaba hasta el último miembro de su cuerpo inundándolo de un súbito frescor. Jamás había sentido sensación parecida. Se llevó la mano a la cintura y desenvainó un pequeño puñal de hermoso tallado. Atizó un golpe seco con la empuñadura en la piedra cristalina y un fragmento se resquebrajó y cayó al suelo. Bregolbet guardó su puñal y tomó el fragmento, examinándolo cuidadosamente y mirando a través de él, pero no distinguió nada muy distinto de si hubiese mirado a través de un cristal corriente. Metió la piedra en su saco de viaje, y buscó abrigo junto a una roca, para descansar hasta la llegada de la noche...
_________________ «Ilya i harya essë ná» (Todo lo que tiene nombre existe)
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: he visto atacar a balrogs en llamas más allá de Eregion; he visto rayos de Ithildin brillar en la oscuridad cerca de las puertas de Moria... Todos esos momentos se perderán como lágrimas en el Anduin. Es hora de morir.»
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