Cuando estoy triste mi cuerpo cambia
por motivo, la injusticia
o quizas sea por la rabia.
Me arde la garganta con vocablos contenidos
esculpo en mi mente
fogosos insultos jamás pronunciados.
Y
con silencioso orgullo,
Se quiebran los huesos de mi columna
se rasgan las vestiduras de mi espalda
alzándose dolientes y hermosas
las ganchudas osamentas
que sostiene la piel
que conforma mis alas.
Baten ondeantes
gloriosas
briosas y poderosas.
A un impulso vuelo.
La sangre se escurre por mi lomo
colándose entre los huecos de mis escamas
la lluvia salada moja mis ojos
y brumas grisáceas ocultan las montañas.
Ya no me quedan ni fuerzas ni alma
para ondear mis banderas
y sobrevolar los males
hacia otras tierras.
Poco a poco, pero inexorable,
se marchitan.
Caen como pedazos de flor
movidos por el viento
sin haber brillado al sol.
Y vuelvo a ser yo.
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