En la cueva donde Ibal, Erztum e Inzil se encontraban se suspiraba un gran nerviosismo, pues el grupo de hombres que allí se dirigía no iba exactamente a nada bueno, por lo que Ibal decidió que todos entrasen más al interior de la cueva, incluidos los dos cadáveres que arrastraban sin cesar. Se apresuraron en entrar pues no tenían mucho tiempo, en voz baja Erztum le preguntó a Ibal si conocía bien la cueva, a lo que el enano le respondió…
-Es la primera vez que estoy en este maldito lugar, pero te aseguro que saldremos de esta elfo, recuerda, soy un enano, no hay nada mejor que se me de que las cavidades del mundo.
Erztum, un poco resignado al ver que no tenían otra alternativa, mostró su conformidad con el enano haciendo un gesto afirmativo con la cabeza.
Bajaban poco a poco a las profundidades de aquella caverna, no se oía ni el más mínimo ruido, todo era negro para los ojos, se guiaban por el tacto que palpaban con piernas y brazos para no caer por ningún posible pozo al vacío. Inzil aun tiritaba de frío y Erztum que iba a su lado se dio cuenta, preocupado, el elfo se paró e intento hacer un alto en el oscuro camino para acalorarle, y dijo…
-¡Ibal! Hemos de parar, el niño está helado.
A su vez Erztum apretó contra si a Inzil para que este captase algo de calor de su cuerpo. Ibal procuraba oír otros ruidos por si les perseguían el grupo de humanos, pero estos a su llegada a la entrada de la cueva no vieron nada en un principio, cosa que puso en alerta a su cabecilla, que nada más entrar a la cueva vio manchas de sangre.
Este se acercó a un charco de sangre próximo a él y con el dedo lo tocó, a su vez lo saboreó como si de miel dulce se tratase y de golpe gritó….
-¡Los han matado, es reciente!¿dónde están? Buscadles…
- Señor… fuera no hay ni un solo rastro de ellos…
Entonces este acarició su rubia y gruesa barba y sin quererlo dirigió su mirada hacía el fondo de la cueva y dijo…
-Si no hay nada fuera entonces… miraremos dentro – señalando la cueva.
Uno de los humanos que le acompañaban interrumpió la orden diciendo…
-Pero Señor entrar es un gran peligro, vos sabéis…
-Lo sé de sobra inepto, pero calla y obedece, al igual que yo obedezco las órdenes de quien aquí no nombraré, conozco la cueva como si fuera mía, sé que allí dentro hay criaturas de un poder descomunal, pero tenemos que cumplir la orden, así que entraremos. Vosotros dos arrancad algunas ramas secas de este seco árbol, formaremos antorchas, allí dentro nos lo vamos a pasar bien – dijo burlescamente y riéndose el cabecilla.
El grupo de humanos se dispuso entonces a adentrarse en la cueva dónde Ibal, Erztum e Inzil se hallaban, este último parecía recobrar algo de fuerza después de que el elfo le proporcionase calor.
-Ibal creo que debemos de ocultar los cadáveres, nos ralentizan mucho – dijo Erztum convencido.
-De acuerdo Erztum, pero tendremos que ocultarlos bien para no dejar pruebas – pronunció preocupado el enano.
Estos se propusieron ocultar a los muertos entre unas grandes rocas que empezaron a rodar para tapar a los difuntos humanos, pero para su sorpresa, y al arrancar una de las rocas de su lugar de origen, vieron una especie de puerta secreta. Había poca luz, pero se podía diferenciar una inscripción élfica, tal vez en sindarin, pensó Erztum. Tras observar aquella diminuta puerta pensaron entre todos como abrirla, pero Ibal fue más rápido y de un fuerte puñetazo partió la cerrada manivela, a lo que Erztum pronunció…
-Ibal yo creía que eras más torpe – dijo el elfo amistosamente y con cierta ironía.
El enano sonrió y fue el primero en entrar por aquella misteriosa puerta, al poco le siguió Erztum e Inzil, que con cuidado, también entraron sigilosamente. Comenzaron pues a bajar unas escalerillas llenas de musgos y líquenes debido a la gran humedad que había en el ambiente, pero algo no eran normal, ni siquiera esa humedad. ¿A dónde llegaría esa escalera?, pensaba Erztum. Ninguno de los tres lo sabía pero continuaron bajando por aquel siniestro y extraño pasaje.
Magnus, un tanto desesperado, aun no podía partir para seguir con su independiente compromiso pues, en Rivendel, aunque todos pensaban que ya habían marchado, aun estaban Gwirdyon y Esdaleon, ellos todavía no habían salido de allí, pues su misión, aunque estaba ligada a la de los demás, era diferente, más burocrática, pero el grupo desconocía tal información, pues de saberla, muchas cosas hubieran cambiado en sus susceptibles mentes, por lo que Gwirdyon y Esdaleon aguardaron hasta el último momento antes de que Ibal y Erztum marchasen de las tierras élficas.
Gwirdyon estaba mirando hacia el horizonte como preocupada por algo, a su lado, un bello caballo blanco con melena negruzca, el cual, la conduciría junto a Esdaleon al Río Isen, donde tenían una reunión clandestina con un viejo amigo, Nolmo.
Tras aletargarse unos instantes mirando el precioso amanecer de colores de Rivendel, la medioelfa llamó a Esdaleon.
-¡Vamos Esdaleon! Tenemos que llegar al quinto sol y hoy ya se ha cumplido el primero. – dijo comprometida Gwirdyon.
-Si Gwirdyon, pero… ¿Dónde está mi caballo? – dijo impaciente Esdal.
Un grupo de elfos se estaba acercando y con ellos un precioso y negro caballo que, idénticamente al que Gwirdyon tenía a su lado, nacieron en las tierras élficas, estos eran más veloces que los caballos de los dos semielfos, que acomodadamente se quedarían en un establo de Rivendel. Los elfos otorgaron a Esdaleon la montura del oscuro caballo y uno de ellos dijo…
-Os será leal, incluso dará la vida si es necesario, su espíritu noble no es el de un caballo de su estirpe, su valor y carácter vive conjuntamente con los poderes élficos.
Esdaleon miró casi emocionadamente a aquel majestuoso caballo e impulsivamente subió a los lomos de este en un poderoso salto, el oscuro animal se mostró agradecido por el gesto y se alzó de pie agitando sus dos patas delanteras durante unos pletóricos segundos.
-¡Venga Esdal!, no hay tiempo que perder – dijo apresuradamente Gwirdyon.
Ambos comenzaron pues a galopar rumbo sur, alejándose de las fértiles tierras de los elfos, en su marcha veloz, levantaban la tierra del camino dejando tras de si una estela de polvo y piedras, pero eso era lo de menos, estos tenían el tiempo justo para llegar al río Isen, y según las indicaciones del anciano elfo, Nolmo los esperaría a unas nueve millas del Paso de Rohan, junto a una derruida y olvidada torre de pequeño tamaño.
Última edición por Erztum el Mar Ene 15, 2008 5:51 pm, editado 2 veces en total
|